Tres días después de la pesadilla de la Batalla entre los Gigantes de cabeza pequeña °°¿quiénes serían esos extraños seres tan virulentos?°°, y los enanos malos con hachas dobles que les atacaban, Fiorian, despertó en medio de un robledal. Comenzó a levantarse tambaleándose y procurando poner en orden su memoria y sus ideas. En un momento dado, alzó la vista oteando alrededor como intuyendo una novedad; y sí, la había, en el paisaje se recortaba un extraño caserío, junto a un puente, como un barrio en medio de la selva.
El Reposo en la Taberna del Guardo Sonriente

Pronto Fiorian se encontró reconfortado en la Taberna del Guardo Sonriente después de seis días de pesadillas interminables con enanos y gigantes, demonios y soledad. Fiorian descansó en una mesa con vistas al bosque oscuro y neblinoso. Tras disfrutar del conejo asado que le sirvieron para comer, pasó el resto del día paseando por el poblado, recuperándose de su agotamiento.
Al anochecer, la taberna estaba llena de vida, con camareros trolls, hechiceros extraños, soldados de guardia y generales bebidos mostrando sus medallas a jóvenes damas. El ambiente era cálido y acogedor hasta que, de repente, un hombre de estatura normal, vestido de cuero y con un hacha en la espalda, irrumpió en la taberna.
El hombre tenía los ojos de un imposible azul ultramarino, señal de que era un diablo, y detrás de él apareció otro hombre con ojos verdes escarlata, un hechicero hechizado. Los habitantes de la taberna supieron instintivamente que esto era algo muy malo.
Pelea en la Taberna
El fuego de la lucha entre el diablo y el hechicero que estalló en la Taberna, era indescriptible, destruyendo como un tifón implacable la taberna en el proceso, la misma violencia de ambos monstruos tabernarios parecía un huracan en sí mismo y Fiorian, sabiendo que cualquier cosa era mejor que quedarse allí, huyó hacia el bosque, dejando atrás a todas las criaturas oscuras y temibles que volaban hacia todas partes estrellándose como hojas azotadas por el ventarrón del otoño, en su camino de trepidante huida.
Corrió y corrió hacia la noche y el bosque hasta que, exhausto y confuso, el pirata se escondió detrás de un antiguo roble, como para protegerse de las ondas de la terrible pelea entre el diablo y el hechicero. Así estuvo horas protegido por el árbol, y recordando la importancia de la madera de roble, Fiorian supo que este encuentro con el árbol protector, que parecía comunicarle alguna sabiduría, era el comienzo de nuevos misterios.
El Roble amigo tendía sus ramas hacia una ladera de extraña belleza, que le atraía hacia si. Esta tenía como un magnetismo que le alejaba definitivamente de la riña devastadora entre el demonio de ojos ultramarinos y el hechicero de ojos verde-escarlatas.

El Despertar y el Viaje al Norte
Fiorian, aun subdelirante, decidió bajar a la intrigante ladera, de misteriosa atracción.
A medida que se acercaba a la ladera y se alejaba del poblado de la Taberna del Guardo Sonriente, sintiéndose renovado, trazó un mapa en su cabeza de su siguiente destino, este se le aparecía en la mente como un mar sigiloso entre las brumas del Norte. Fiorian, recordó entonces vivamente ese mandato que estaba siempre en su ser y le impelia a avanzar incesantemente: ¡Al Norte, siempre al Norte! Una, dos, tres, y una, dos, tres; así marcaba el ritmo hacia la ladera que ascendía al promisorio horizonte nuevo que le llevaría al Norte.
Fiorian miraba al sol con su ojo entumecido, le estaba quemando la córnea y sin embargo lo miraba, cerró el ojo, miró hacia adentro y dijo, he de seguir hacia el norte, y apreto su caminar pendiente abajo, al fondo, junto a un río, se veía una cascada en la que sin duda podría haber leñas para hacer un pequeño fuego junto al que pernoctar. Mientras va bajando por la pendiente oye un ulular, mira hacia atrás pensando que no hay nada, pues cree que si piensa que no hay nada, y no mira si hay algo o alguien, si lo hay no lo verá y si no lo mira no le atacará… es un error.
5 siluetas se recortaban en el horizonte de la pendiente pero en la parte de arriba, que acababa de dejar atrás, 5 siluetas grises, móviles, con fuertes músculos, ágiles y muy nerviosas.

Algo le dijo inmediatamente en su fuero interno que era completamente imposible que no le vieran y no le atacaran, con lo cual su instinto le puso a correr como un loco hacia abajo, con la única obsesión de llegar al punto junto al rio que él había visto como refugio.
Los wargos se lanzaron dispersándose en cuatro direcciones pero iban a converger hacia él en un punto a medio camino. Él se dio cuenta de que eran cazadores colectivos; no tenía más que el hacha de mano, tan solo podría matar a dos, y los otros tres lo comerían a él. Viendo como se despleiga la maniobra envolvente de los wargos, ve que tiene una oportunidad de sobrevivir que es corriendo con tal energía y tal fuerza que se adelantara aunque fuera por unas solas pocas décimas de segundo a llegar al paraje en la ribera del arroyo antes oteado y subir a un árbol y allí, en ese árbol, con el hacha podría derribar a dos de los wargos mientras que los otros tres tendrían que hacer noche esperando a comerle, y aún podría matar uno más como mínimo.
Todo esto lo pensaba a gran velocidad, como en una pesadilla. Su única oportunidad de supervivencia estaba en correr, corría y se golpeaba con todo tipo de cosas, hierbas, matojos, piedras, se caía y se volvía a levantar, iba llegando allí abajo pero los wargos bajan aumentan su carrera al ver que su operación es muy inteligente. Fiorían sentía muy cerca a los wargos, uno de ellos estaba a no menos de 10 metros de él, pero no era tan rápido como parecía, tan solo le recortaba un metro cada 20 metros, y aunque estaba a punto de estallar su corazón no le cogerían si no se caía rodando al suelo. Cuando está a menos de 50 metros y el primer wargo se lanza a su espalda como una furia, se escucha un seco estallido.
Arriba, de un salto, trepa al árbol, y al mirar abajo no comprende lo que vé: Hay dos wargos muertos y los otros tres están huyendo ladera arriba. Un monje se acerca con un arco y una flecha a él:
– Que el Gran Unnukui le conserve, y extienda su piedad en nosotros…
– Oh, extraño peregrino, bienvenido seas, soy Fiorian de Batavia y me acabas de salvar la vida.
– Fue Unnukui, no yo. Me llaman Migeleist, soy bastolcio.